Muchos días me gustaría volver a ser esa niña pequeña e inocente, que creía en un mundo mejor, que jugaba en el salón con sus muñecas, que tenía miles de metas y que sólo tenía miedo a las arañas. No tenía ninguna preocupación y la que debía portase como una muy buena niña días antes de su cumpleaños y en la Navidad. Y que podía sentarse y estar horas y horas viendo películas de Disney.
Ahora, con casi 18 años, te paras a pensar en que eso lo dejaste muy atrás, y que quizás lo echas demasiado de menos.
Me gustaría no perder nunca esa parte infantil que me rodea, que me hace ser más feliz, que me deja ver las cosas con un punto más de optimismo, que me haga pensar que hay cosas mucho peores y que éstas sin duda alguna, se superan antes o después. Me gustaría volver hacia atrás y decirle a esa niña que no intente madurar tan rápido, que al final, las cosas no son tan malas y que siempre encontrará entre tanta nube negra un resquicio de sol, y que si está contenta, ese resquicio se volverá gris y lo demás será de un bonito azul brillante, tan azul como el cielo con el que está cubierto su maravilloso mundo inventado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario